Recuerdo el día que mi vida cambió para siempre. Tenía solo 8 años y estaba sentado en la consulta del médico. Mi familia estaba allí conmigo, sonriéndome y tratando de calmarme, pero yo sabía que algo no estaba bien. El médico nos miró y dijo las palabras que cambiarían mi vida para siempre: "Come menos y muevete más".

En ese momento, fui consciente de que era un "niño obeso". No sabía qué significaba eso exactamente, pero sabía que no era algo bueno. Mi mamá siempre había estado preocupada por mi peso, pero yo nunca había pensado que fuera un problema real. Sin embargo, el médico me hizo entender que mi salud estaba en riesgo.

Aquel día, me sentí como si todo mi mundo se hubiera vuelto del revés. Me sentí vulnerable y asustado. No sabía cómo enfrentar este nuevo desafío, pero sabía que tenía que hacer algo. Mi familia y yo comenzamos a trabajar en un plan para ayudarme a perder peso y mejorar mi salud.

No fue fácil. La obesidad es una enfermedad crónica, progresiva e irreversible. Significa que mi cuerpo siempre estará luchando contra mí mismo. Pero también significa que puedo aprender a controlarla. Me enseñé a comer sano, a hacer ejercicio regularmente y a cuidar de mi salud en general.

La jornada no ha sido fácil. Ha habido momentos en que me he sentido desanimado y sin esperanza. Pero siempre he recordado las palabras del médico: "Come menos y muevete más". Me han recordado que, sin importar qué tan difícil sea, siempre hay una forma de mejorar.

La obesidad ha sido un viaje difícil, pero también ha sido una oportunidad para crecer y aprender. Me ha enseñado a valorar mi salud y a cuidar de mi cuerpo. Me ha enseñado a ser paciente y perseverante. Y me ha recordado que, sin importar qué tan difícil sea, siempre puedo encontrar una forma de triunfar.