La reforma laboral de 2021 ha sido objeto de análisis y debate en el ámbito laboral. Una de las medidas más destacadas ha sido la incentivación de la jubilación demorada, con el fin de reducir el gasto público y aprovechar el potencial de la mano de obra seńior. Sin embargo, cabe preguntarse si esta medida ha tenido el impacto deseado.

La reforma de 2021 endureció las penalizaciones para el acceso voluntario a la jubilación anticipada, al mismo tiempo que ofrecía bonificaciones para aquellos que decidieran retirarse más allá de la edad ordinaria. Esta medida se sumó a la progresiva subida de la edad legal de jubilación, implementada en la pasada década.

Los resultados parecen mostrar un impacto positivo. Las jubilaciones anticipadas han disminuido significativamente, pasando de casi la mitad de las altas del sistema a por debajo del 30%. Por otro lado, las jubilaciones demoradas se han duplicado y rondan el 10%. Sin embargo, un análisis más detallado revela que los asalariados no se están sumando tanto como se esperaba a la jubilación demorada, ya que apenas el 6% de los asalariados optan por esta opción.

En cambio, son los autónomos los que verdaderamente están sumándose a la jubilación activa. Esto plantea interrogantes sobre la efectividad de la medida y si es necesario replantear las estrategias para incentivar la jubilación demorada entre los asalariados. El Gobierno quiere ir más allá con el último pacto con los agentes sociales, pero será importante tener en cuenta estos resultados y ajustar las políticas para lograr un impacto más significativo.