¿La verdad sobre la movilidad sostenible? Revelamos el lado oscuro detrás de la moda ecológica

Movilidad, que bonito nombre tienes. Y ya, si como viene siendo el caso desde que inauguramos el pantano de los vocablos de cinco duros, te ponen como apellido “sostenible”, ni te cuento. Los espinazos del personal más concienciado (ejem) se doblan a tu paso. Los juglares de la corrección molona te componen cantares laudatorios hasta el borde del coma diabético.

Los políticos postureros te mencionan por toneladas en sus discursos a mayor gloria de sí mismos y, por supuesto, te encasquetan en la denominación de ministerios, consejerías o concejalías. Sin embargo, más allá de las palabras y las declaraciones de buenas intenciones, la realidad sobre la movilidad sostenible es un poco más complicada.

En la práctica, la implementación de medidas sostenibles en el transporte es un proceso largo y costoso. Requiere una inversión significativa en infraestructuras, tecnología y educación pública. Además, la transición a una movilidad más sostenible enfrenta numerosos desafíos, desde la resistencia al cambio hasta la falta de coordinación entre los diferentes actores involucrados.

A pesar de estos desafíos, es fundamental seguir adelante con la implementación de políticas y medidas que fomenten la movilidad sostenible. Esto no solo es beneficioso para el medio ambiente, sino que también puede tener un impacto positivo en la salud pública y la economía.

Es hora de dejar de lado las declaraciones de buenas intenciones y empezar a tomar medidas concretas. Necesitamos una movilidad que no solo sea sostenible, sino que también sea accesible, eficiente y equitativa para todos.