¿Qué pasó detrás de las puertas cerradas? La historia de Neige Sinno que dejará sin aliento a todos

En su poema 'The Tyger', William Blake describe al felino como un animal bello en apariencia y devastador en su naturaleza que abrasa los bosques y siembra la muerte, un depredador poderoso con la facultad de acabar con la vida y provocar el terror. El 'tigre' de este libro estremecedor es el padrastro de Neige Sinno (Vars, 1977), bello en apariencia — un hombre joven, familiar , que se hace cargo de las hijas de su nueva mujer, deportista y montañero que ayuda a los demás— y devastador en la oscuridad, que abusó de la pequeña Neige desde los siete a los catorce años.

En la primera parte, 'Retratos', la autora francesa describe a su violador y el infierno que fue su infancia; en la segunda, 'Fantasmas', habla de lo que vino después: la confesión a su madre y su compleja relación con ella; su decisión de denunciarlo para proteger a sus hermanos pequeños; el juicio, su vida después y la conversación en la que contó su historia a su hija.

La potencia de lo narrado en este libro es tal, los hechos son tan duros y producen tanto desasosiego en el lector que, inevitablemente, el fondo se impone a la forma y, en cierto modo, la opaca. Sinno admite estar «aplastada por el tema» y se pregunta si es posible crear un texto «estéticamente válido» cuando el tema se impone de una forma tan rotunda.

Luego se pregunta si es posible crear un texto estéticamente válido cuando el tema se impone de una forma tan rotunda. «Tal vez, puesto que se trata de un testimonio, no buscamos la gran literatura», afirma. Sin embargo, la forma en que cuenta su historia es una de las fortalezas de este libro. Su estilo sobrio, distante y despegado, es clave para que la narración funcione como lo hace.

La autora no ha querido explotar lo sentimental: no quiere inspirar lástima ni recrearse en el dolor. También ha evitado cualquier descripción explícita de unos hechos atroces para centrarse en el modo de proceder del violador y en su manipulador discurso, que apuntala una afirmación que repite a lo largo del texto: la gran mayoría de los abusos sexuales tienen más que ver con el poder que con el sexo.

Resulta muy interesante el modo en que Neige Sinno rechaza el victimismo. Admite que los abusos infantiles dejan una marca que nunca desaparece y que «nunca se sale adelante de verdad»: eso no se puede elegir, pero sí se puede elegir «lo que hacemos con lo que nos han hecho».

Sinno no quiere ser definida como una mujer violada ni «existir a través de algo que no hice, sino que me hicieron»; no quiere que el abuso determine su identidad: eso sería tanto como conceder otra victoria, esta vez para siempre, a su abusador.

Neige Sinno recorre su historia para reflexionar sobre el abuso sexual, la violencia sobre los indefensos, el mal, la protección a los pequeños —como hija abusada y también como madre— y el poder del lenguaje y de la literatura, que no salva —Sinno rechaza la idea de escritura terapéutica o sanadora—, pero permite retratar el horror.

Y todo esto lo hace apoyándose en multitud de referencias literarias, filosóficas, sociológicas, antropológicas e históricas que elevan el vuelo de este ambicioso libro, perturbador y punzante, que huye de la oscuridad. Su lectura no deja indemne.