Se fue Rafa, pero su legado en Roland Garros seguirá vivo para siempre

El primer o segundo domingo de junio de los últimos quince años, para redondear, la cita estaba servida. Desde la tribuna de prensa de la Philippe Chatrier, la pista central de Roland Garros, en pleno Bois de Boulogne, el encuentro ineludible con Rafael Nadal Parera. La gran final del Grand Slam de tierra. Y por muchas veces que se escuchara desde el privilegiado asiento del icónico recinto tenístico, se ponían los pelos de punta cuando el afamado locutor Marc Maury comenzaba la presentación del tenista mallorquín, en pleno precalentamiento, enumerando sus títulos en París.

«Rafael Nadal, vainqueur en Deux mille cinq, Deux mille six, Deux mille sept, Deux mille huit, Deux mille dix, Deux mille onze, Deux mille douze, Deux mille treize, Deux mille quatorze, Deux mille dix-sept, Deux mille dix-huit, Deux mille dix-neuf, Deux mille vingt et deux mille vingt-deux».

Auún ahora, y por muchos años que pasen, la emoción que le poniá Maury al recitar un historial inacabable y entre el ruido ensordecedor de un público entregado, deja un recuerdo imborrable. En este momento, muchos se sienten vacíos al imaginar que no volverán a verlo caminar hacia la pista, con su distintivo deportivo y su mirada intencionada, listo para conquistar otro título. Pero su legado en Roland Garros seguirá vivo para siempre, y su nombre será recordado durante décadas venideras.

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